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sobre Emily Dickinson y J.L.Borges

24 Mar

Sobre Emily Dickinson

Leo en la contraportada de un libro de poemas de Emily Dickinson, estas palabras de J.L.Borges:

“No hay, que yo sepa, una vida más apasionada y más solitaria que la de esta mujer. Prefirió soñar el amor y acaso imaginarlo y temerlo”

¿Por qué los hombres dan por hecho tantas cosas sobre las mujeres? A pesar de todo lo que se ha escrito sobre Emily, que en su mayoría va en la misma línea de este gran escritor, estoy convencida que Borges, lo que hace en este comentario es en realidad hablar sobre sí mismo. Proyectando desde su punto de vista masculino, su miedo al amor y su soledad.

No creo que esta poeta —y esto es solo una opinión fundamentada en una lectura personal, femenina y feminista de sus poemas—, fuera una mujer solitaria en el sentido de sentirse sola. Ella eligió no formar parte del concepto, del “amor romántico”  —como ideal—, propio de su época y de su entorno cultural. Tengo mis dudas que «prefiriera soñar el amor» a vivirlo,  pues estoy  convencida que una mujer que escribió tan certeramente sobre este tema, no tuviera experiencias amorosas. Ahora bien, esto no quiere decir que lo hiciera como se supone —debía esperarse— de una mujer de su época y de las convenciones sociales de entonces. Y acaso, de las de ahora.

adorno

la suerte de la fea

15 Jun

la suerte de la fea

Con que la suerte de la fea, ¿eh? Anda que…justo cuando estaba metiéndome en la bañera, justito entonces me puse a pensar en ese refrán y pensé: ¿la suerte de la fea? El que escribió este refrán era tío, porque para mí que la fea diría que » y una mierda». Para mí que el refrán si lo hubiera escrito una mujer vendría a decir así: — la suerte del más feo, hasta la fea y no digamos la más guapa, la desea—, porque en verdad que la más guapa en este mundo tan mundO, es la que lo tiene más feo.

Pensaba yo en Sor Juana Inés de la Cruz, poeta nacida allá por el siglo de Oro en México, en 1651, que le rogaba a su madre la dejara vestirse de hombre para poder leer y estudiar y puesto que no, tuvo esta que meterse a monja. Que fue el único modo que encontró para poder expresarse, es decir, poder escribir cómo y lo que pensaba. Y que me parece a mi que estando como estamos ya en este el siglo ¿veintiuno? A monja no, pero que…no hay maneras, vamos. Que menos mal que no soy yo de las guapas rubias y altas, como mi hija o algunas de mis colegas y amigas, porque si no, ni esto. Porque hay quien me ha dicho (y me lo ha dicho un tío competente, que conste, claro que será competente mientras  no le roce en los huevitos este tema) lo siguiente:

—vaya tela cómo nos pones, no? Y yo toda extrañada  le dije:

—¿a, sí? Bueno sí, pero no. Y él con sonrisa condescendiente me contestó:

—No pero sí, ¿no? Pues tú sabrás. A lo que yo le contesté:

—Pues eso. Que es a lo más que  llegamos a entendernos.

Y me puse a pensar si tal vez  a esto era a lo más que podíamos llegar  a entendernos hombre y mujer en la mayoría de las cosas. O si tal vez, era nuestra sociedad y cultura la que nos la jugaba tanto a unos como a otros.

SorJuanaInesCruzÓleo de Jennifer Randall

“Hombres necios que acusáis

a la mujer sin razón,

sin ver que sois la ocasión

de lo mismo que culpáis

                 Sor Juana Inés de la Cruz

 

 

 

barras de labios – marzo 2

2 Mar

barras de labios

barras

 —Qué cosas, —me dije frente al espejo.  La barra de labios que usaba desde hacía varios años ya no me hacía gracia,  y me resultaba curioso pensar que cuando la compré me pareció la bomba. Es una barra de tono rosado tirando a un marrón suave de lo más sensual, que además de los labios, resaltaba el tono de mi piel e incluso el de los ojos. Sin embargo, desde hacía ya unos meses, esta barra no me decía nada, ni a mi piel, ni a mi cara, ni a mis ganas…¿las razones? No me había parado a pensar, la verdad. Podrían ser muchas, por ejemplo el haber cambiado de polvos, de gustos, de estilo, de edad…podrían ser todas y ninguna, pero eso sí que me daba igual.

El otro día, en una de esas mañanas con olor  a tierra húmeda, me encontré probándome barras de labios en el Corte Inglés. Me paré delante del stand de Chanel y le dije a la chica que atendía: —Hola, busco una barra de labios de tono un punto más vivo que el color que llevo puesto, por favor. (Sí, un punto más vivo, pensé. Justo un punto más  de color  para sentirme como hoy, un punto más viva). Y me puse a probar barras de todas las marcas que me apetecían: Bobbi Brown, Cristian Dior, Max Factor… pero ninguna llegaba a convencerme del todo, y con los labios ya de un color que no podía saberse a cuál de las barras se debía,y a pesar de las toallitas húmedas que para desmaquillarme  me había facilitado la dependienta, me decidí por una un tanto anaranjada, de BB, que sé, va bastante bien con mi tono de piel. Era algo más subida de lo que pensaba comprar, pero bueno, no me había salido tan cara como las dos últimas adquiridas hacía solo tres días, o la otra de Mercadona,  que compré mientras hacía la compra, y que  por barata,  me había salido cara, pues era de un rojo muy vivo, un rojo sangre, que para nada iba con el tono de mis ganas últimamente. Sabía de sobra que eso de estar al rojo vivo o demasiado viva ya se sabe como te deja la piel…

Cuando llegué a casa cogí un espejo de esos de mano y me fui a la terraza, a la luz natural (los colores cambian mucho según sea la luz, ya se sabe ) para ver qué tal me sentaba: —no sé,  —me dije en voz alta—. Anda que yo, con la maldita crisis   y gastándome una pasta en barras que no me  sirven para nada…   —y fui a por la antigua barra que tenía en la cestita del cuarto de baño.  Sobre mis labios apliqué  la que me acababa de comprar y la cubrí con pequeños toques de mi antigua barra, el resultado fue sorprendente. El efecto conseguido era justo el que quería, algo más vivo, favorecedor, pero sin llegar a pasarme para un diario.  Me probé después las otras barras que tampoco me habían convencido mucho cuando las compré, e hice lo mismo. Esta vez el resultado me hizo sonreír, había descubierto algo muy interesante: utilizando varias barras diferentes , —como si de economía se tratase—, diversificaba el riesgo a equivocarme en la elección del color para cada momento. Además, comprobé también que alternando unas y otras, por un lado evitaba el problema de  que una de las barras se acabase demasiado pronto y por otro, disminuía considerablemente el peligro de acostumbrarse a un solo color  para después acabar aburriéndote.  Aunque bueno, para no pintarlo todo de un tono

labios- barras

 tan práctico, también es verdad que siempre hay una que utilizas más, que te gusta más, que te sienta mejor…

diario tesis – febrero 2

2 Feb

pitonisa-delfosSolo sé que no sé nada. Mientras más leo y estudio a toda la pandilla esta de Citas, mas ignorante me siento. En un principio creía saber algo, pero  ahora que compruebo que no sabía nada, tampoco resuelvo saberlo ahora. Pues no es que ahora no sepa nada, ahora solo sé que no tengo certeza alguna de saber lo que sé y de que además sea cierto, por lo que el conocimiento que tengo ahora, en vez de darme alas, me las corta. ¡Qué bendita osadía la de la ignorancia! Con ella si que se vuela (más tortas te pegas, pero bueno).Porque ahora, que positivamente sé que no sé nada, mi única virtud, si es que este es el concepto que se supone que es, que tampoco lo sé ni me importa, es exactamente eso, saber que no sé nada.

Resumiendo: antes que no tenía ni puta idea de poesía escribía sin freno ni cortapisa, ahora que sé, –que sé que no sé nada–, ¿qué coño hago yo para seguir escribiendo?

Ni siquiera  sé si terminaré alguna vez la tesis, en cada hoja que leo me detengo días enteros investigando por el placer mismo de saber más, por la curiosidad de conocer y descuartizar a cada escritor que cae en mis manos. Me pregunto cómo, después de leer a estos hijos de puta, sacaré suficiente desvergüenza para seguir escribiendo. Pues salvo la que saco por la que más bien es  pura necesidad de escribir , no sé como puedo…

pitonisas

Mientras leo me pregunto

qué puñetas estoy haciendo.

–Solo sé que no sé nada–

discurro entre lo que dice

García Martín de Mateo

y lo que dice Linares

que dice ese tal Bonilla.

Y haciéndome a los hechos y

comiendo consecuencias

cual pitonisa de Delfos

(no se lea poetisa)

nuevamente me repito:

–solo sé que no sé nada–.

Nada es, la única certeza

y lo único que he sacado

en claro entre tanto estudio

poético.

 Y en mi propia apología,

en defensa a mi ignorancia

    –va la alabanza por ellos–,

diré que la única verdad

   pájaro de azules alas,

la que hace al poeta, poeta,

es que se ha de haber vivido

cada  verso que se escriba.

diario tesis – enero 22

25 Ene

y llueve

lluvia mujerOtra vez la puta lluvia. No la soporto, y menos en Sevilla, que acontece de la misma forma a como sucede todo, exageradamente. Si hace calor, la ciudad parece una plancha en la que todos vamos asándonos lentamente. Si hace frío, este es tan húmedo que hasta los pelos de los turistas chinos parecen pelucas de pelo de coño, y si llueve, las gotas de lluvia de tan gordas, te llegan a mojar hasta las bragas (y no me digáis que soy una ordinaria exagerada porque no hay  sevillano o sevillana que se preste  que no se haya calado alguna vez  hasta ahí, ¿o no?). En fin, yo soy feliz con mis cuarenta graditos a la sombra, el frío me acobarda y la lluvia me cabrea  y lo peor, me deja metidita en casa. Me cuesta tanto trabajo salir a la calle cuando llueve, que si no fuera porque tengo que comer para subsistir, hibernaría como los osos.

Vaya, me he metido en google para ver la diferencia entre  hibernar e invernar,  y me he quedado perpleja, dice:

     “cuando la temperatura atmosférica decrece a un cierto nivel, el individuo se duerme, provocando que la frecuencia cardíaca baje radicalmente, el número de respiraciones se resta… y el animal pareciera que estuviese muerto…la piel resulta fría al tacto, y en algunos casos se puede manipular al individuo incluso con brusquedad…la hibernación o sueño de invierno es… algo más que un profundo sueño.”    wikipedia

     joder, por lo visto  “…cuando la temperatura decrece…el animal pareciera que estuviese muerto…se puede manipular…”  ¿tanto sucede cuando uno  no siente calor? Está claro entonces, se ve lógico pues, que cada uno busque calentarse como pueda. Sí, vale, pero…después de darle vueltas al asunto, solo una advertencia para la gente que necesita  el sol tanto como yo: tened mucho cuidado con las alternativas que se os presenten para conseguir ese calor porque, como dice Ray Bradbury en su  epílogo a “El Mago de Oz” de L. Frank Baun, –“la gente que ama los veranos resulta un bocado exquisito para las serpientes de invierno”–.  Así que, pues eso.

 

«dirty tart»

18 Ene

Por fin terminó la parte de comidas y fiestas “obligadas” de la Navidad, que es la parte que menos me gusta dentro de que me gusta bien poco toda ella, pero he de reconocer sin embargo, que le he sacado “su jugo” incluso a esta parte. Nos reunimos en casa la víspera de Nochebuena casi toda la familia, que más que una familia parecíamos la ONU, (hasta un americano judío invitado por mi hijo tuvimos). Me enseñaba a hacer una tarta sueca la novia de color chocolate de un sobrino mío italiano de color vainilla. Ella me explicó que para preparar esta tarta había que ensuciarse mucho, pues ha de hacerse con las manos. De hecho, me dijo que  se la llama “dirty tart”. Entonces yo, con el consiguiente abucheo de mis hijos, recité unos versos  de T.S. Eliot que se me vinieron a la cabeza: “… while on his palate fine he presses /the juice of the gooseberry tart./ … / (Every wants to meet him) / …”, de su poema “Ejercicios para los cinco dedos”. Y entre risas y con todos los dedos, nos pusimos a ello. ¿El resultado?

migajas 2

Pues lo que he dicho al principio, nunca pensé que le sacaría tanto jugo a esta tarta. Y me pregunto si a Mr. Eliot le motivaría su gooseberry tart tanto como a mí la mía. La he vuelto a hacer varias veces desde entonces  y el resultado ha sido siempre el mismo: rica, muy rica, riquísima. De hecho, me han pedido la receta cada vez que la han probado, preguntándome con tono malicioso cuál era mi secreto. Después de darle vueltas el por qué de ese tono, he decidido escribir aquí la receta, a ver si alguien me contesta confirmándome que  realmente todo el mundo piensa lo que yo. Me explico: a la pregunta de “cómo lo has hecho” todos solemos contestar simplemente  que con amor, pues todos sabemos que la receta la puedes encontrar sin problema en cualquier sitio y porque todos sabemos, que además de mostrarte su agradecimiento, la persona que te hace esa pregunta lo que pretende en realidad es provocarte para ver si te atreves a revelar tu verdadero secreto, con la esperanza de que le confirmes su sospecha, la misma sospecha que tenemos todos y la que nadie se atreve a confirmar: que algo tan rico no puede llevar solo amor.

Tanto tú como él sabéis que esa respuesta no es exacta. Tanto tú como él o ella sabéis que no es solo amor lo que le has puesto. Tanto tú como él o ella o todos, sabemos  que le has puesto mucho más, porque eros es más.  Y porque, seamos sinceros, todos sabemos que no hay nada más rico que una buena comida.

RECETA: dirty tart

dk trozo While on his palate fine he presses 

The juice of the gooseberry tart. 

How delightful to meet Mr. Hodgson!

   (Everyone wants to know him)

T.S. Eliot, Five-Finger Exercise

PREPARACIÓN:

(Everyone wants to know…)

Introducir, como el deseo en el sueño,

los dedos en la mantequilla y ablandar

hasta que su textura admita mezclarse

con la harina, que como espuma de

cascada aun por descubrir, se vierta

sobre ella, se mezcle y se hagan una.

Y unidas ya, harina y mantequilla,

y con los cinco dedos, abrir caminos de  azúcar

amasándola suavemente hasta subir

la intensidad. Y en el aire leve

la levadura, sobre la masa, espárcela.

                                                                                                                              Luego,

(How delightful to meet Mr.Hodgson!)

 lubrica suave

como si fuera a romperse,

molde y mantequilla con  chispas de azúcar

y una a una, siembra de pequeños montes

un lecho de frambuesas. Tumba la masa sobre él

y al calor, (el tiempo se derrite y se olvida), siente

como tiembla y sube y rompe .Y escucha

el  ahogado grito,

el jugo de frambuesa que respira y  se derrama.

 Mírala entonces  a la cara

observa el brillo tostado de su piel

 y espera,

y déjala enfriar.

 

 

diario tesis – enero 11

11 Ene

  la gran estafa

la foto

Fui a ver una película, La Grande Bellezza, de Paolo Sorentino. Buenísima película, sí, de esas que sales con un regusto a “qué buen rato”. Con esas  ganas que entran de fijarte imágenes y expresiones en la cabeza para después descuartizarlas  con ayuda de la música escuchada, que también era buena, y muy acertada. Comentando a la salida la película con X (he decidido nombrar con letras a mis amigos), este opinó que uno de los pocos puntos flojos de la película es cuando el protagonista, tras la celebración de su  65 cumpleaños, hace el amor, quiero decir, echa un polvo con una atractiva mujer, rica y más joven que él y dice algo así (a lo Fellini): “a partir de cierta edad un hombre no solo busca sexo en una mujer…ya no tengo tiempo para perderlo en cosas que no me apetece hacer” y se marcha sin decirle ni siquiera adiós. Yo me quedé pensativa, me hizo gracia no sabía por qué, tanto el comentario del protagonista –Pep–, como el  de mi amigo. X me decía, con bastante lógica, que un hombre de esa edad no le hace “ascos” a una señora como esa, al igual que dudaba que Pep tuviera sesenta y cinco años pues a pesar de tener buena planta,  aparentaba más. ( Yo creo que en verdad lo que pasó es que el director de la película trató de tirarse a esta actriz durante el rodaje, pero como no pudo porque no se empalmó, y por eso tan masculino de no reconocer nunca nada, le dio la vuelta a la cosa),pero bueno, este argumento mío  era tan  totalmente infundado e imposible de corroborar  que tuve la precaución de callarme.

Y como siempre, al darme esta mañana uno de esos baños en los que mi pensamiento surrealista proporciona tanta  lucidez a mi realidad cotidiana, me dio por pensar  mientras me  descubría una cana en el pubis, que es curioso lo de la vida bella esta que vivimos. De modo que te pasas  la mayor parte de tu vida esperando encontrar a un hombre que te llene, ( y no precisamente de mierda), se entiende. Un hombre  que además de amor te de  sexo (atención que el orden es importante), y que sea tu compañero de aventuras. Y resulta que es  después de haberte dado unos cuantos chocazos durante media o  tres cuartas partes  de tu vida intentándolo, cuando te das cuenta que ellos persiguen algo completamente diferente, o sea, a la de las tetas más gordas.  Y resulta que entonces, cuando tú ya has desistido de tal empeño, que suele ser cuando te encuentras esa primera cana ahí, cuando empiezas a vivir de verdad; a no buscar nada, a disfrutar del sexo, de los amigos, del cine… Es entonces –tócate las pelotas– cuando precisamente a  ellos les da por buscar  algo más en una mujer. Cuando sucede que ahora a ti, lo único que te interesa de ellos, acaso, sea el sexo.

diario tesis – enero 6

6 Ene

estoy jodida

la fotoMe despertó el tiro de una escopeta. Al menos  fue ese el sonido que me sacó de mi sueño y el que me dejó el corazón parado durante el silencio que le siguió. Me incorporé en la cama esperando escuchar las consecuencias del disparo, hasta que comprendí, que dicho ruido correspondía  a un petardo explotado con retraso en una larga y vieja noche, Noche Vieja. En vez de seguir durmiendo (¿lo vería hoy?), ya no podía, me coloqué las  zapatillas nuevas que tanta ilusión me habían hecho que me regalasen y salí a andar.

Amanecía un día nuevo sin apenas nadie que lo estuviera contemplando, pues aunque todavía quedaban abundantes víctimas de la noche, dudaba que esos bárbaros (bárbaros en dos de sus significados: por la heroicidad de aguantar en pie toda la noche y por ser probablemente de esas personas cuyas mentes estrechas entienden estar obligadas a divertirse cuando se les dice) pudieran estar dándose cuenta de que amanecía.  Y amanecía. Acontecía la aurora  de un modo tan melancólico que me caló hasta llegar a alguna parte de esas del cuerpo que no sabes muy bien dónde está, o cuál es. Esa, que unas veces crees que es el estómago, otras el pecho, y otras el punto exacto ese  del que se dice que no existe, punto G o alma, o como quiera que cada uno lo llame. Y recordé un haiku de Borges: “En el desierto /acontece la aurora./ Alguien lo sabe.” ¿Acontecía entonces la aurora a pesar de no ser contemplada por nadie salvo por mí? ¿dejaba de existir  o era acaso menos hermosa por no ser advertida por esos individuos? No sé, ya estaba yo con mis pajas mentales…seguí andando. Aligeré el paso pues sentí un no se qué,  como si la niebla que me rodeaba se fuese metiendo dentro de mi cuerpo hasta esa parte de mi interior que no podía reconocer y que después, gota a gota, se escapaba calándome todos los órganos imperceptiblemente. ¿Desde cuándo sentía esa humedad? ¿cuándo acabaría esta derrumbando mis paredes?

Mientras caminaba tratando de averiguar  dónde se encontraba esa dichosa parte de mí, comencé a repasar mi vida (dándole al “fast”  del mando a distancia, que no estaba yo con ganas de misticismos).Pensé en lo bien que había ido todo esta Navidad, en la alegre noticia, la mejor noticia que podíamos tener, (que de momento no puedo explicar pero que es algo  así como el que te toque el gordo de navidad pero en mejor),  y  en lo  satisfecha que estaba con mi vida. Realmente no me podía quejar, pues todo lo que me había propuesto me había salido bien.  Sí, bien, pero ojo, que por todo lo conseguido me había partido los cuernos sin escatimar esfuerzos. Incluso en esos casos en que todo se me había vuelto del revés, cuando tras  actuaciones cometidas que  uno no sabe ni por qué las has hecho, ni  cómo salir de ellas, pues hasta de esas. Porque invariablemente, mis objetivos, (eso creo que es lo que me ha acompañado siempre además de esa puta niebla), habían estado claros: querer a las personas que pertenecen a mi mundo afectivo y procurar que fueran felices. Así que, dentro de mis posibilidades y de aceptar lo injusta que es la vida, podía  considerarme una persona afortunada. Pero entonces, entonces, ¿a qué venía ahora esa jodida gota que me congelaba hasta los pies?  Seguí andando. Acontecía la aurora y solo yo la contemplaba. Pensé en la gente a la  que quiero, en cómo cada uno de ellos forman  parte de la polifonía de experiencias que componen mi vida. Me pregunté cómo anidando todos ellos en mí sin embargo me sentía tan nostálgica

Llegué a casa y me di un baño de esos que tanto me reconfortan y la humedad del baño desempañó la de mi interior. Vislumbré que hoy la aurora, como la luz de un  faro, me mostraba el camino andado y el que me queda por andar. Teniendo la agridulce sensación que ya ninguno de los míos me necesita como antes, encontré esa parte de mi cuerpo que no localizaba: yo. Me pregunté entonces si yo existía fuera de ellos, si soy alguien  sin ellos, si desapareceré si ellos desaparecen de mi vida.

Por primera vez y  sin miedo me pregunto hoy si es tarde para averiguarlo,  si merece la pena cuidar a esa gota en la niebla que soy yo, y si sabré ocuparme de ella con la fuerza y el coraje con el que siempre  me he ocupado de mis seres queridos. Estoy jodida, sí, porque es lo más difícil que he intentado hacer nunca, y estoy feliz porque tengo un nuevo ( y muy antiguo) objetivo para este año.

la foto-3

 Feliz 2014 y todo eso.

diario tesis – diciembre 9

9 Dic

una perdida

Hay que ver cómo hemos cambiado, como dice la canción. Resulta que acabo de llamar  a un amigo y este, en vez de contestar a mi llamada, me ha enviado  una foto por whatsapp para explicarme que estaba ocupado:

water

La verdad es que siempre se ha dicho que una imagen vale más que cien palabras. Lo que no sé yo es si hoy en día se tiene en cuenta que hay cosas que no es necesario o pertinente aclarar, ni con imagen ni con palabras, es decir, que simplemente  es más educado y discreto no contestar.  Pero bueno, en aras de la modernidad y por eso de que parece que a la fuerza estamos obligados a contestar toda llamada o whatsapp que provenga del móvil, a su respuesta imagen (caigo en esta absurda tiranía liberadora como cualquier hijo de vecino), le contesté igualmente por whatsapp: “hazme una perdida cuando puedas” que viene a significar  más o menos «llámame cuando no estés ocupado». Pero la verdad, al leer  en la pantalla del iphone lo que mis dedos habían escrito, me quedé hecha polvo. Me explico: a mi «yo» ese romántico que perdura en esa  parte de mí media parte de mi yo, que es el que  a veces deja vagar mi imaginación (literaria y no literaria) libremente,  le entró una nostalgia novelesca. Me imaginé la interpretación que de estas palabras, -hazme una perdida-,  se hubiera hecho en  épocas pasadas si una mujer cualquiera (“cualquiera” no en su sentido peyorativo, que ya la estoy liando demasiado con el lenguaje…), se las hubiera escrito a un hombre cualquiera ( aquí no hay peyorativo que valga  porque claro, en masculino ya se sabe…). De seguro que el hombre en cuestión hubiera interpretado: -Está loca por mí, desea que le haga el amor salvajemente– (“que me la follé», como se diría ahora). –¡Tanto me desea que su vida bien vale perderse por un polvo mío!   Y ya tendría yo para escribir esta mañana un poema o novelita rosa de lo más rosa,  de esas tan fáciles de gustar a todo el mundo. Y digo a todo el mundo porque se diga lo que se diga, a ellos les complace tanto o más que a nosotras esas cursiladas infladoras de  egos.

Pero bueno, gracias a dios que han cambiado los tiempos porque  hay que ver  la que se hubiera  liado con  ese  –hazme una perdida–,  si hoy, no hubiera sido hoy.

 

Nota: la foto utilizada está fuera del contexto en el que se realizó. Él sabe que me reí al recibirla. Y lo que me gustó, por eso. 

diario tesis – diciembre 7

7 Dic

Ha venido un chico encantador a casa. Bueno ha venido, le he pedido yo que lo hiciera. Se me había fundido la bombilla de la lámpara que tengo encima de la mesa de la cocina, la que utilizo para estudiar. Es una lámpara de esas de barco antigua, con un grueso cristal con trama de alambre, pesado y complicado de quitar. Ha venido, es el chico que tiene una tienda de luz en la esquina de la manzana y al contarle mi problema, me dijo que se acercaría en cuanto cerrase la tienda. Ha venido pues, ha quitado el cristal y cambiado la bombilla. Por un instante nos hemos quedado los dos en silencio. Sobre la parte interior del cristal reposaba una libélula muerta. ¿Pobre insensata, cómo habría llegado hasta ahí? No alcanzábamos a imaginar cómo habría entrado, pero nos hemos fijado en unos agujeros que la lámpara tiene en la parte superior, que deben ser, según dijo él, para expulsar el calor de la bombilla. Es verdad, siempre hay una explicación para todo, -le dije. “O una salida, o una entrada…” Parecía que la libélula  estaba viva, con las alas intactas y sus enormes ojos abiertos. Salvo porque se notaba que estaba toda seca, podría creerse que echaría a volar en cualquier momento. Me ha dado pena tirarla. Cuando el chico ha terminado, mientras miraba detenidamente a la libélula a la que había dejado sobre mis papeles, se ha fijado en  las revistas antiguas que ocupan parte de la mesa, y  me ha preguntado con curiosidad en qué trabajaba. Le he dicho que trabajar para comer lo hacía en la enseñanza, y trabajar para vivir lo hacía entre estos libros y revistas. Con un gesto deliciosamente triste me ha dicho: –bueno, algo así hago yo, estudié  antropología, pero para alimentarme estoy en el negocio familiar, aunque tal vez así consiga darle claridad a mi pensamiento. Nos hemos reído y le he ofrecido un té.

Ahora que se ha marchado me he dado una ducha y con los pies aún resbalosos he salido corriendo a ver la libélula, esperaba que esta hubiera echado a  volar. Pero allí estaba, inmóvil, al calor de un puñado de  antiguos poemas.

libélula

     Yo te quería

He puesto en práctica tu teoría, esa,

que me rogabas entendiera en cada discusión,

seguro que habrás dicho:

                                           – ¿ahora, hija de puta?-

Sí. He puesto en práctica tu teoría

ahora, que nada queda entre nosotros,

quizás algo de música, unos libros…

Me decías,  que una mujer como yo

debía repartir su peso (y eso que apenas

son cincuenta), entre varios.

Uno, que rozara los hilos de mi mente,

otro, que alegrara mis almuerzos y

un tercero, imagino que eras tú,

que aplacara mis instintos, (nunca supe

si asesinos o sexuales o  para mí,

que pensabas que todos eran el mismo).

Así que, aunque la idea, la cepa

de tu razonamiento siempre se me antojó

algo oscura, como si esta fuera el kéfir

de un yogurt que no cuajara nunca, ya ves,

ahora sin ti ha funcionado.

¿Y sabes por qué ? ¿no lo imaginas?

Simplemente porque entonces tu teoría,

            – no, no voy a decirte lo que piensas-

es simplemente que  entonces tu teoría,

                                                                  –idiota-,

no era la mía.