6.30 de la mañana. Recibo vía whatssapp un video de mi hijo, apenas un minuto de duración. Está en la terraza de su casa, en Sídney, junto a una cacatúa posada en la baranda. Él le está hablando y acariciando a la vez, ella se muestra algo desconfiada y tensa, sin embargo se arrima a su mano. Es curiosa la escena.
Chateamos un rato y reímos mientras me contaba que la llama Antonia y que a veces trata de morderle (la cacatúa a él, aclaro, no sea que mi expresión genere alguna duda sobre quién a quién). Le contesté que tuviera cuidado con las “antonias” que se encontrase por ahí y me contestó que lo tenía. Volvimos a reír. Se me hacía tarde. Nos despedimos.
Preguntándome qué buscaría, sentiría ese pájaro con las caricias de un ser humano, me metí en la ducha. Mientras el jabón caía sobre mi piel pensé en BB, en nuestra última conversación. En la textura resbaladiza e impermeable de sus palabras como las plumas de una cacatúa.
Imagino la escena…la cacatúa y el niño que no es tan niño. ¿Qué le estará diciendo para que Antonia trate de morderle?
Ay!!! las «antonias» de Sídney no saben a quien se enfrentan. Más vale que tengan cuidado con el niño…
Me gusta leerte. Bst.
me gusta que me leas y que me digas, gracias, beso grande.