Acabo de llegar del trabajo y me he dado una ducha rápida, apenas tiempo ni para enjabonarme, pero mucho para pensar, no sé lo que me pasa al contacto con el agua que mi mente se licua y las ideas fluyen corriendo alegremente hacia el desagüe, sin rejilla alguna que las detenga. Eso sí, nunca sé en estos casos si me he puesto dos veces champú, una de crema o el mismo body milk como gel íntimo, el resultado no está mal, así que yo a lo mío.
Pensaba en el comentario de un compañero al preguntarme (no sé cómo se había enterado que me hacían una colonoscopia), que qué tal ayer. Le contesté que bien, que aunque pareciera mentira, mucho peor el antes, sentada en la taza del wáter al que aburrida me llevé un libro, y el después, que se me lió un dolor de cabeza de cojones con la maldita sedación.
Y diciéndole esto me contestó: “con que dormida, eh? A saber qué te han hecho.” Le sonreí simplemente, no estaba yo con mucha chispa dialéctica esta mañana para contestarle, pero me quedé pensando en lo que me había dicho el médico al despertarme:“todo muy bien, hemos llegado hasta el intestino delgado”.
Yo hasta entonces había estado tan contenta, ¡hasta el intestino delgado y sin enterarme de nada! Qué alegría, no? Pues no, ahora, con la observación de este, mi encantador compañero, me dio por pensar y empecé a intranquilizarme, dándole vueltas a su comentario a la vez que intentaba quitármelo de la cabeza, “a saber qué te han hecho cuando estabas dormida…”
Y hace unos minutos en la ducha, como un flash, se me ocurre pensar: ¿será esto la fe? (No, no me estoy confundiendo de tema ni de reflexión, un poquito de confianza, por favor, que ya me explico).
Vamos a ver: yo llego a la consulta de un doctor, serio, profesional, experto, y todos los apelativos que aquí se puedan escribir, pues este médico, os lo aseguro, es un magnífico profesional que me ha dado muestras de ello durante muchos años, siempre. Atendió a mi padre y mi madre en numerosas ocasiones y es más, su padre salvó la vida de mi abuelo. A lo que iba, que ahora sí empiezo a divagar. Llegué a la consulta en ayunas desde el día anterior, casi virgen, de lo limpita que iba por dentro y por fuera, y cuando ya estoy en la camilla aparece el doctor y al lado su anestesista, serio, profesional, experto y todo lo que decía de él el propio médico y mientras este me pincha con una aguja el brazo, le digo que estoy “nervio” porque del “sa” ni me dio tiempo, me quedé dormida.
Y bueno, me despierto después de que me hayan metido por el culo lo más largo y delgado que me han metido en mi vida, creo, y sin enterarme, es decir, sin pena ni gloria. Saliendo de tal trance encantada y borracha. Y hasta ahora, en que me da por pensar en lo que me había dicho este amigo.Mi cuerpo y mi mente estuvieron en manos de dos personas completamente desconocidas al menos durante media hora. Qué fuerte, no? Si lo piensas así es para acojonarse.
Ya sé que el comentario de mi compañero fue un tanto jocoso, puede que una forma de minimizar un trance desagradable, pero ¿ fue bien intencionada su observación?
En la ducha me dio por imaginar a estos dos tíos disfrutando, médicamente se entiende, escudriñando en mis rugosidades internas hasta llegar a lo más estrecho de ellas. Había incluso firmado mi consentimiento y durante más o menos media hora había dependido de ellos en cuerpo y alma. Joder, ¿no se van a creer los médicos que son dioses? ¿se puede tener más poder sobre otra persona que este?
El escalofrío que me entró en la ducha a pesar de lo caliente del agua me hizo agarrarme a la mampara. Por unos instantes me sentí como si me acabasen de violar, horrorizada ante el sentimiento tan violento que sentía y horrorizada ante la desconfianza que experimentaba hacia personas que hasta entonces nunca hubiera imaginado tener. Estaba desconcertada, ¿había sido toda mi vida una ingenua? ¿Somos las personas el resultado de lo que decimos o de lo que hacemos? ¿Qué es lo que ponemos en juego cuando confiamos en alguien? Y sobre todo, me preguntaba por qué el desenfadado comentario de un compañero me había calado de esa manera tan susceptible como para desconfiar de un buen médico.
Solo conseguí serenarme al pensar en las personas que confiaban en mí. En aquellas fuera del ámbito familiar y afectivo que depositaban su confianza en mi profesionalidad. Durante casi veinte años de profesora, muchos padres, muchísimos, han depositado su confianza en mí dejándome la formación intelectual y parte de la emocional de sus hijos. Y he visto como algo natural el hecho de que no se cuestionen si hago bien o no mi trabajo, dando por sentado que me abalan títulos y años de experiencia. En pocas ocasiones y últimamente cada vez más, me ha resultado molesto (aunque comprensible y razonable en la mayoría de los casos después de conocer sus experiencias), el recelo inicial de algunos de ellos al hacerlo.
Conseguí quedarme tranquila, pensé en la cantidad de compañeros y amigos de mi profesión, en los médicos que conocía, en escritores, abogados, empleados de hogar, porteros, conductores, psicólogos, economistas, entrenadores, rehabilitadores… y en todos esos jóvenes que se preparan a conciencia y con tanto esfuerzo para desarrollarse profesionalmente y no pude menos que sonreír.
No, no era un acto de fe, comprobé que no era gracias a dios sino a las personas que me rodean, a las que quiero, a las que necesito y a las que respeto, que sigo teniendo confianza en el ser humano. Solo me queda la angustia de pensar qué clase de anestésica desconfianza nos están inyectando las personas que nos gobiernan para que nos estemos dejando meter por el culo tanta inseguridad en el ser humano.
Porque además, digo yo que estas personas, por muy dioses que se crean, alguna vez se tendrán que hacer una colonoscopia, no?
Pues yo no puedo dejar de preguntarme por qué la inmensa mayoría de estos especialistas son hombres…jejeje!!! Como siempre, leerte alegra el día a cualquiera. A uno le entran ganas de que sigas haciéndote revisiones. Enhorabuena y un beso.
pues la mayoría de estos especialistas son hombres porque a nosotras nos han tenido anestesiada durante más tiempo, solo eso.
¿Se puede ser más vulgar y ser mujer al mismo tiempo?
si sigues leyendo igual lo averiguas!
Provocador e irreverente. Muy buena la reflexión final. Enhorabuena por el blog.
Besos,
Kisko
ya sabes, imposible callar…un día hablaré aquí sobre tu poemario, maravilloso.
Nunca pensé que una colonoscopia diera tanto de sí..qué barbaridad !! Casi me han entrado ganas de hacerme una y eso que llevo años retrasándola.
Muy bueno, me ha gustado mucho, es sorprendente.
Bst
no retrases nada P, nos queda mucho por vivir pero no para perder el tiempo mareando la perdiz, tu sabes.