aforiche 4

26 Abr

ad logicam

Cartel_II_Exaltaci_n

Hay una persona que conozco que lleva siempre puesta una cara de pena que ni la cara de la Virgen del Mayor Dolor. La tía es triste de cojones, no la he visto sonreír en mi vida. Hasta cuando parece que hace el intento da como miedo, como si en vez de  reír se fuera a poner a llorar, o a cagar. Es como si solo consiguiera sentirse feliz preocupando a los demás. Ya sé que parece un argumento falaz, pero…

            Cada vez estoy más convencida de que  hay personas que el único modo que encuentran de ser felices es no siéndolo.

adorno

 

aforiche 3

19 Abr

-itis

freudNo acabo de entender por qué Freud y toda esa pandilla que tanto estudiaron sobre el yo (o el universal latinismo ego) y la pulsión sexual, no llegaran a diagnosticar una enfermedad tan frecuente en el hombre como la —egoitis—. Enfermedad que indica una inflamación tal del ego que hace que estos piensen únicamente con la polla. A no ser que…

adorno

 

 

 

 

 

 

aforiche 2

16 Abr

Era el día mundial de la poesía, 21 marzo

afo 2 - caca y azahar

Me senté enfrente de Correos, bajo naranjos cuajados de azahar, en los escalones del Archivo de Indias. A la izquierda veía a mis congéneres tomando una cerveza, a la derecha los coches de caballos, los turistas… Y ese sinestésico olor, azahar y mierda de caballoSevilla.

adorno

 

aforiche 1

10 Abr

mi media naranja

media naranja

Va y me dice un idiota anoche:—¿y tú, has encontrado ya tu media naranja? La verdad es que emplear mis razonamientos contestándole hubiera sido un esfuerzo tan infructuoso como el de tratar de explicarle a mi perro quién era Aristófanes. (Que fue el creador de esta expresión amorosa y que dicho sea de paso, tantos errores de interpretación ha sufrido a través de la historia).

 Para mí, que esa “media naranja” que buscamos en el otro no es más que esa  mitad nuestra que todos mantenemos escondida. Esa que incluso nos ocultamos a nosotros mismos y que en el fondo, tememos encontrarla tanto como lo deseamos.

¿Os imagináis la cara de ese tío si anoche le hubiera contestado esto?

adorno

 

 

abril 9 —aforiches—

9 Abr

alumbrar o deslumbrarplaya-pm

 Cada día estoy más convencida de que las cosas suceden por causalidad y no por casualidad. Os cuento. Resulta que en el último post que subí el 5 de abril, relato cómo quedé deslumbrada por un potente rayo de luz que me hizo acabar en urgencias. Y mira por dónde, después de escuchar mi voz interior y a las otras cuatrocientas voces exteriores de mi gente, diciéndome que he de tomarme la vida de forma algo menos acalorada, me llega hoy en manos de los escritores Juan Bonilla y José Mateos, la iluminación que necesito. Habla Juan Bonilla de aforismos que deslumbran pero que luego nada recordamos de ellos y de los que alumbran, esos aforismos que no se acaban cuando se acaban de leer, sino que siguen acompañándonos luego, alumbrándonos.

Y decía antes lo de la causalidad porque son ellos los directores de la revista literaria de la que estoy haciendo la tesis. ¿Es eso casualidad? Yo pienso que no. Mientras estaba tumbada en la camilla de urgencias, esperando que me hiciera efecto la pastillita azul que me habían puesto bajo la lengua, yo misma me decía que no podía seguir así, que tenía que priorizar en afectos e intereses. Es decir, que tenía que volver a modificar esa escala de actividades que uno no sabe por qué se impone de tal o cual manera, y me digo que de una vez por todas lo que tengo que hacer es dedicarme de lleno a mi trabajo y a organizarme el tiempo libre para dedicarlo exclusivamente a la tesis. Y que debo dejar el blog y el poemario para mejores tiempos,(aunque  como no sea que encuentre a alguien que me mantenga lo tengo claro…) En fin, que alumbrada por el pánico allí tumbada en la camilla, se me ocurre que para no emplear un tiempo que no tengo, voy a subir al blog solo aquellos pensamientos que se me vienen a la cabeza, pero sin desarrollar, esos dit o gérmenes de dónde una vez sumergidos conmigo en la bañera , saco mis surrealistas reflexiones, poemas, relatos o lo que sean. Y mira por dónde curioseando en el blog de Juan Bonilla del pasado 13 de marzo, leo lo que escribe sobre el libro de aforismos, Silencios escogidos, de José Mateos:

jbYo dividiría a los aforistas en dos grandes grupos: los que nos deslumbran -con el efecto de una ceguera momentánea: la luz coloca- y los que nos alumbran… José Mateos pertenece a ese (segundo) grupo. Uno de sus aforismos lo deja claro: “Mientras algo pueda callarse ¿para qué escribirlo?”…

Anda que no. Continúa Bonilla hablando del libro con un lenguaje que a mi se me antoja tan aforístico como el de los propios aforismos de su amigo Mateos, quizá por eso son tan amigos. Nos cuenta que el autor de Silencios escogidos llama s a sus aforismos —divinanzas—, y nos revela uno más: “El lenguaje no me deja estar solo”. Y este me llega hasta ese último rincón de mi pensamiento haciéndome capaz de recuperar esa parte que creo perdida de mí misma. Y siento que estos aforismos me permiten compartir con el mundo esa región psíquica y afectiva tan únicamente mía. Y sentirme así un poco menos sola. Entonces, alumbrada por ambos decido que a partir de ahora (salvo esas veces que sé que no me podré aguantar), subiré al blog solo mis aforiches. Aforismos que vendrían  a alumbrar (esperando que pertenezcan a este grupo en la clasificación de Bonilla), como pequeñas llamitas de vela.O, por poner un ejemplo más de andar por casa, estos aforiches vendrían a ser  como chucherías que no pretenden más que provocar una sonrisa.

Y ahora sí, ahora ya.

                                                                                                                                                                                                                                                                                         abril 2014

pemateo

* cuadros de José Mateos

un rayo, San Pablo y yo

5 Abr

un rayo, San pablo y yo

por-do-sol-do-verão-chuva-arco-íris-e-estrada-amarela-14945640

 Iba yo conduciendo bajo el típico chaparrón de primavera con una tremenda jaqueca e intentando ver a través de los cristales, cuando por mi parte izquierda vi cómo un rayo de sol rasgaba el cielo, y cayendo este sobre el coche me deslumbró por completo. En un primer momento, esperando ver el arco iris, pensé: —qué bonito, esto no pasa más que en Sevilla en primavera. Pero segundos después de mi estado de enajenación sensiblera, y con la presión del dolor bombeándome toda la cabeza, percibí que no veía más que la parte derecha de la calle. Sí, como lo cuento: yo miraba la calle agarrada al volante y nada más veía acera y peatones en el lado derecho de la calzada y a la izquierda nada de nada, bueno, la jodida luz. La cosa es que me di cuenta que no veía un carajo cuando intenté hacerlo con el ojo izquierdo tapándome el derecho. Qué sensación más mala, de verdad, me giraba hacia la izquierda y nada, por más que girase siempre me faltaba el lado izquierdo por averiguar. Y al tiempo que las punzadas de la cabeza me martilleaban el cerebro y el corazón me latía a mil me acordé de San Pablo. ¿Y por qué? Pues ni idea. No sé si por eso que se dice que en momentos de angustia vital, cuando uno no encuentra otra explicación echa mano de la fe, o porque asocié lo que me estaba pasando con lo que le ocurrió a San Pablo, pensando que el rayo que me había deslumbrado era el mismito que derribó al santo tirándolo del caballo. La cosa es que paré el coche en el primer hueco derecho que encontré y me senté en el poyete de la acera intentando calmarme. Y me puse a rezar prometiéndole a Dios que dejaría de perseguir a quien fuese que yo persiguiera si me devolvía la vista.

(Aquí hago un inciso para contaros mi versión de la historia de San Pablo que cuenta San Lucas en el libro Los hechos de Apóstoles, por si hay alguien que no la sepa):

sp Iba San Pablo, que todavía no era ni santo ni Pablo sino Saúl, en su caballo persiguiendo cristianos, cuando un rayo de luz le hizo caerse del caballo. Parece ser que esta poderosa luz lo cegó momentáneamente mientras escuchaba una voz que le decía: Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?…levántate y entra en la ciudad. Allí se te indicará lo que tienes que hacer. Y San Pablo entró en la ciudad y la lió, pues se unió a los que hasta entonces él había considerado miembros de una secta peligrosa, los cristianos. Pero hay un detalle que no cuadra en toda esta historia y que me ha hecho pensar en otra interpretación de los hechos, me explico. En esa época los viajes se hacían a pie, por lo que la famosa imagen de Pablo cayendo “del caballo” no corresponde con la realidad, por lo que ese “caerse del caballo” podría ser una interpretación simbólica para expresar el estado lamentable en que se encontraba San Pablo cuando aún era Saúl. Estado similar al mío cuando yo como una yonki del nolotil vi igualmente una luz que me cegó y me hizo bajarme de mi coche. Porque el otro día os aseguro que yo, como San Pablo, vi “ la luz”.

Sigo. Una vez que conseguí que me entrara algo de aire en los pulmones y el corazón empezara a latirme un poco más lento, y después de mucho pensar ( y eso que no estaba yo para pensar mucho), y de hacer examen de conciencia para imaginar el por qué de semejante castigo divino, caí en la cuenta (con toda esa la luz tragada iluminándome el cerebro), de que yo era la única perseguida por mí misma. Así que concediéndome una tregua, me subí en el coche, arranqué y me fui para casa. Y no, en principio no fui al médico, pues los médicos me dan más miedo que el mismísimo Dios. Así que recuperada mi visión izquierda, algo confusa pero suficiente, me metí en el desaconsejado San Google y leí lo siguiente:

El exceso de información, en la que se encuentran las sociedades contemporáneas, provoca “ceguera luminosa”. —¡¿Ceguera luminosa?! —dije.

Genial, me pareció genial la idea. El texto venía a decir que esta ceguera aludía a la imposibilidad de ver la realidad que nos rodea por el hecho de estar inmersos en ella todo el tiempo. Y que a pesar de padecer esta invisibilidad, este tipo de luz ( ¿alucinación?) provoca una visión que aunque ciega, hace que nos sintamos normalizamos. Esta explicación sonaba interesante, pero me pareció una paranoia de cojones, pues según esa teoría, debía haber cientos, qué digo cientos, miles de ciegos como yo circulando por ahí sin darse cuenta. Y por eso de temer estar alucinando con la jaqueca que me tenía cada vez más desorientada y sentir el pulso a mil, decidí ir a urgencias.

Lo primero que hicieron fue ponerme una pastillita debajo de la lengua y dejarme allí tumbada durante unas horas. Y más tarde se liaron a hacerme pruebas de todo tipo.Pero en fin, para no alargar mucho más la historia os voy a exponer a modo de epílogo lo que pienso que en realidad nos sucedió a ambos.

Yo creo que lo que le pasó a San Pablo, el entonces Saúl, es que tenía una jaqueca de cojones, al igual que yo aquel día, y puede que para que se le pasase semejante dolor, comiera de esas yerbitas medicinales que por aquel entonces solían hallarse por los caminos (por eso que seguro iba andando y lo del “caballo” fuera una premonitora metáfora de San Lucas), y que pasándose sin darse cuenta de comer tanta yerba y dilatándosele las pupilas por ello, ya no supiera ni lo que veía. E iluminado por alucinado, se pusiera a flipar persiguiendo cristianos como si fueran lucecitas, o pitufos, o a saber. Y bueno, al igual que el pobre bipolar este Pablo o Saúl, que ni se cayó del caballo ni nada, yo, ciega de nolotiles, me bajé de mi coche y me puse a alucinar.

Aunque yo tuve más suerte que él, pues a mí el médico me dijo: —Esto probablemente haya sido un escotoma vascular, una ceguera parcial temporal, (a Dios gracias “temporal” —pensé yo), producida por una alteración vascular que ocurre en ciertos ataques de migraña. Aunque también —continuó diciendo con un tono que a mi me pareció algo ambiguo—, se puede entender por escotoma, “ver solo lo que nuestra mente quiere ver». Después, todo encantador, me preguntó que cómo había llegado a urgencias y cuando le contesté que en mi coche, me dijo muy protectoramente que no podía volver a casa conduciendo (por eso de que me había echado unas gotitas para dilatarme las pupilas), pero que también le preocupaba que me fuera andando sola. Así que como había leído mi dirección en la hoja del ingreso y había visto que vivíamos cerca, si yo quería él me llevaría en mi coche a casa. Y puesto que yo estaba como al principio conté, iluminada, le dije que bueno.

 

 

diario tesis – marzo 21

21 Mar

interpretando

too pretty

He soñado. He soñado que me perseguía un dragón horrible, como el dragón blanco de la historia interminable, pero en feo y en malo. Yo corría a  toda velocidad (la piel de la cara, el pelo y la ropa se me iban hacia atrás) tratando de llegar a un sitio que en verdad luego no existía, pues al final me encontraba corriendo con el vértigo en la barriga sobre la nada, algo así a como le sucedía al Correcaminos de aquellos dibujos animados. Corría a tal velocidad, que menos mal que me desperté segundos antes de caer por el precipicio, al que sin querer inevitablemente me hubiera tirado. (Jeje, se me ocurre que aquí hay un juego de palabras buenísimo…) pero bueno, a lo que iba. Qué gustazo cuando desperté en mi uno cincuenta de cama. Así, remoloneando y cruzada en toda ella, me mantuve  mientras  ponía en pie lo soñado. Había algo en el sueño que no me cuadraba. La que hacía de “yo” era una niña, pero la sensación que tenía al recordarlo era que yo, la de ahora ( presumo que adulta), era la que aparecía huyendo de su pasado, simbolizado por ese largo dragón, del que trataba de alejarme mientras me perseguía. Creo que esa huida tenía como intención la de  hacer caso, (hay que ver que obediente hasta soñando), de eso que dicen que  hay que mirar hacia el  futuro y que no es bueno mirar el pasado. Pero si entendía  el sueño de esta manera había otra cosa que no me cuadraba: el precipicio. Me entraron escalofríos al pensar la hostia que  me hubiera dado con tanto mirar al futuro si no me llego a despertar. ( Y que conste que es una pena que terminara el sueño justo ahí,  porque contándoselo ayer a un amigo, este me dijo que la idea de precipicio está relacionada con el orgasmo, así que… )  Pero bueno, sigo.  ¿Qué más me quería decir entonces el final de este sueño? Yo creo, que lo que me vino a decir el sueño, es que ya estaba bien de huir hacia adelante o hacia atrás, que vivir no era eso. Ahora pienso que el dragón blanco que me perseguía en el sueño era la vida y que a mí me daba miedo descubrirla. Sí, la vida con todos sus buenos y malos  arreos. La Vida me decía en sueños (no «la vida es sueño» ni pollas como decía el de la Barca), que no se trataba de huir de ella ni hacia adelante ni hacia atrás, sino de cogerla por los cuernos. Y que si esta te daba una cornada durante la lidia, cosa normal, pues que no corriera. Que la herida se limpiaba sin hacer drama a lo almodobar, se desinfectaba y bien curada, se cargaba a la espalda. Y que cargándola sobre la espalda como cualquier hijo de vecino, aprendería a andar sin prisas, sin huir, vamos. Que de tanto correr te podías romper la crisma (o las cervicales…) para además no llegar a ninguna parte. Pues el futuro , —yo siempre me imagino el futuro como el burro y el palo con  la zanahoria—, (obviamente yo soy la burra y la zanahoria es el futuro), es siempre futuro, y no podemos alcanzar más que el presente. Así que, a qué correr, a qué mirar atrás.

O tal vez… este sueño simplemente  me venía a decir que tenía falta de algún tipo de vitamina A, que me  levantara de una puta vez de la cama y comiera  zanahorias. Que seguro así, hasta en los sueños, lo vería todo claro. Porque además,  si lo que me decía mi amigo fuera verdad y  la vitamina A de mi sueño no fuera exactamente retinol liposoluble y la daucus carota tampoco fuera la vulgarmente conocida zanahoria, todo este sueño significaría tan solo una cosa. 

Looney-Tunes35-2

Que me comiera la vida.

diario tesis – marzo 13

17 Mar

Breve historia universal

playa 1

                 Era el primer día y sentados en la playa como todos los veranos a la hora de la puesta de sol, alguien preguntó por él. —No sé. Este año creo que no viene, —había contestado su primo. Blanca, que  se entretenía tapándose uno a uno los dedos de los pies con la arena, sintió como si de repente alguien se los hubiera cortado.

Apareció con moto nueva para resarcirse de su ausencia en la playa el verano pasado, y nada más llegar al lugar donde todos se reunían, preguntó por ella. La hermana de Blanca dijo: —Este año no viene, se ha ido de viaje con Paco. Tirso abrió la boca para contestar pero no pudo, el chicle se le cayó a la arena mientras oía que se decía a sí mismo: — ¿Con Paco?!!

Cenaban con unos amigos en uno de los restaurantes de moda de aquella temporada. Paco y ella habían ido a Arco, querían comprar algunos cuadros para la consulta. Mientras charlaban animadamente, Blanca, girando la cabeza para despejarse el pelo de la cara, lo vio allí sentado, justo dos mesas a su derecha. Una chica le rozaba la mano y él, sacándose un chicle de la boca, se inclinó para besarla.

Se celebraba la reunión anual de socios y esta vez tenía lugar en su club. Tirso estaba encantado pues una vez firmados acuerdos y presupuestos, los socios que quisieran podrían jugar un partido de golf en vez de pasar horas arreglando el mundo a base de copas. En la salida del hoyo nueve, mientras esperaban que los dos jugadores que iban delante se alejaran un poco más, distinguió esa forma de andar  tan peculiar de ella. Supo que era Blanca.

Salió del despacho de su abogado dando un portazo, —qué tío más gilipollas, si hubiera querido ese tipo de atenciones  me hubiera ido a un bar, maldita sea! .  —¿Blanca?, —escuchó detrás de su espalda—. ¡Tirso!

—Qué sorpresa Tirso, qué bueno verte, —le dijo dándole un beso.

—¿De dónde vienes? —Bueno, voy. Tengo algo de prisa. Yo…Dios mío, que no me pregunte…” —pensó Blanca.

—No pasa nada, no es el momento, ¿verdad? Lo entiendo. Dame tu teléfono, te llamo un día de estos a ver si alguna vez coincidimos en “el momento”, ¿te parece?    —dijo él.

Por fin había conseguido su mayor logro profesional, esta noche lo entrevistaban en televisión. Tirso sabía que se hallaba en su mejor momento, pero curiosamente, no entendía por qué no lo sentía así. Se acordó de ella nada más despertarse y le habían entrado tremendas ganas de llamarla. Siempre la tenía localizada. Desde aquel raro encuentro se habían visto regularmente, aunque poniendo grandes espacios de tiempo por medio, los dos sabían que no podían hacerlo de otra manera. Aquella vez, aquella última vez, todavía le golpeaba en el estómago.

Sonó el whatsapp, y en la pantalla de su móvil apareció una imagen de él rodeado de un montón de personas todas mucho más pequeñas. Todas muy diferentes a él. Blanca sabía que estaba en un congreso en Japón. Siempre lo tenía localizado. “¿Hasta allí te has ido para no verme?” Le escribió. “¡¡¡Y es cerca!!!” le contestó él. “A que va a ser verdad…” apuntó Blanca en la pantalla con una carita sonriente.  “Te llamo en cuanto vuelva”, leyó antes de soltar el móvil.

Sevilla olía a Sevilla. Los naranjos, cuajados de azahar, engendraban nueva vida a toda  la ciudad. Ese olor le recordaba siempre la Semana Santa, esa Semana Santa,  esa madruga.

—¿Blanca?

—¡Tirso!

—¿Pero de dónde sales?

—Estás guapísima.

—Estoy contenta, ¿Y tú?

—Estoy.

—Estás genial, todavía mejor que en la foto última que me mandaste. ¿Volviste nadando, no?

—¿Cómo?

—Bueno, como decías que me llamabas en cuanto volvieras…

—Qué hijaputa.

—Sí, eso.

—¿Cenamos esta noche?

—Tengo la presentación, te he mandado…

—Sí, ya sé. ¿Y después?

—Después se supone que tomaré algo con los amigos que vengan.

—Sí, ¿y después? Llámame si quieres y te invito a una última copa.

—Vale, te llamo.

Por fin lo había conseguido. Esta noche presentaba su libro, pero curiosamente estaba algo triste. No tenía ni idea de por qué, aunque el hecho de que Tirso no le hubiera dicho que iba a estar allí le había dejado el ánimo un tanto chungo.  —Pamplinas, —se dijo.

La presentación fue de lo más divertida. El soborno a sus amigos con la promesa de un buen vino había dado su resultado, la mayoría estaban allí. Escribiendo la última dedicatoria escuchó:

—Ha sido fantástico, demasiados amigos, ¿no?

—¿Tú? ¿Desde cuando estás aquí?

—Desde el principio, tonta. Anda, vamos a por esa copa.

En busca de los famosos  gin tonics del mercado da abastos, cruzaron el puente de Triana uno al lado del otro, charlando y diciendo tonterías del mismo modo  como lo hicieron la primera vez. El agua negra del río se les  hizo agua salada y el viento de levante les trajo el ruido de las olas al atardecer, de aquellos atardeceres que parecían ayer. Cuando se despidieron en el portal, ya todo el cielo era luna de azahar, Tirso la mantuvo agarrada casi sin pisar el suelo mientras la besaba, y al soltarla le dijo: —Piénsatelo y me llamas.  ¿Cómo salgo de aquí? —se preguntó intentando abrir el portal.

Eran casi las seis de la mañana,Blanca desayunó para tomarse un ibuprofeno, se sentía como si  arrastrada por una sucesión de curiosos acontecimientos hubiera llegado a la orilla  de una desconocida playa. Como una caracola escuchaba el mar dentro de ella y no tenía ganas de pensar. Puso el móvil en silencio y se metió en la cama. —¿Me habré tragado su chicle?  —Fue todo lo  que pasó por su cabeza antes de  quedarse dormida.

Sobre las nueve de la mañana la pantalla de su  móvil se iluminó, acababa de entrar un nuevo mensaje. Pero esa ya, como pasa en todas las historias, es ya otra historia.

azahar 4

a propósito de las barras…

6 Mar

pinceles

Ayer quedé para almorzar con N,  y nada más llegar y darle un beso me dice: —qué habrás hecho este puente so golfa, estás radiante. Yo, que venía de siete horas de clase y con el desayuno en los pies me empecé a reír. —Gracias calvorota, eres un amor —le contesté—, voy al baño a “restaurarme”.

Debería aclarar que N es maquillador de una productora de televisión  y últimamente, la mayoría de sus trabajos  consisten en maquillar a los actores de una de esas  series de vampiros que están tan de moda, así que por su diplomática  observación, pensé que  debía estar más blanca que  el cacharrito  de las aceitunas. Cuando salí del cuarto de baño, con la rebosante seguridad que te proporciona una buena barra de labios (en mi caso hoy eran dos), le pregunté:

—¿Y ahora qué tal?

—Radiante, —me volvió a repetir— pero te noto algo diferente.

—¿Sí? Qué bien, puede que se deba a mi último descubrimiento.

—¿Tu último qué? No me hagas pensar cosas sucias…

—Que no bobo, parece mentira que no te des cuenta, ¿y tú eres maquillador profesional?

—Son los labios N.

—¿Que te has puesto labios?

—Ay joder, que no. ¿Te acuerdas la barra de labios que me recomendaste hace un montón de tiempo? Pues que me he cansado de ella y  mírame bien, ¿ no notas que llevo otra? Anda que el especialista…

—La verdad es que el color te sienta bien, ¿qué barra es?

—Pues eso es lo bueno, que como no me convencía del todo, me he puesto a combinar esta con la tuya y con otras que …

—¿Y ese es tu gran descubrimiento?  Pues menudo descubrimiento guapa, eso lo llevamos haciendo nosotros desde siempre. ¿Es que no sabías que nosotros nunca trabajamos con una sola?

labios

barras de labios – marzo 2

2 Mar

barras de labios

barras

 —Qué cosas, —me dije frente al espejo.  La barra de labios que usaba desde hacía varios años ya no me hacía gracia,  y me resultaba curioso pensar que cuando la compré me pareció la bomba. Es una barra de tono rosado tirando a un marrón suave de lo más sensual, que además de los labios, resaltaba el tono de mi piel e incluso el de los ojos. Sin embargo, desde hacía ya unos meses, esta barra no me decía nada, ni a mi piel, ni a mi cara, ni a mis ganas…¿las razones? No me había parado a pensar, la verdad. Podrían ser muchas, por ejemplo el haber cambiado de polvos, de gustos, de estilo, de edad…podrían ser todas y ninguna, pero eso sí que me daba igual.

El otro día, en una de esas mañanas con olor  a tierra húmeda, me encontré probándome barras de labios en el Corte Inglés. Me paré delante del stand de Chanel y le dije a la chica que atendía: —Hola, busco una barra de labios de tono un punto más vivo que el color que llevo puesto, por favor. (Sí, un punto más vivo, pensé. Justo un punto más  de color  para sentirme como hoy, un punto más viva). Y me puse a probar barras de todas las marcas que me apetecían: Bobbi Brown, Cristian Dior, Max Factor… pero ninguna llegaba a convencerme del todo, y con los labios ya de un color que no podía saberse a cuál de las barras se debía,y a pesar de las toallitas húmedas que para desmaquillarme  me había facilitado la dependienta, me decidí por una un tanto anaranjada, de BB, que sé, va bastante bien con mi tono de piel. Era algo más subida de lo que pensaba comprar, pero bueno, no me había salido tan cara como las dos últimas adquiridas hacía solo tres días, o la otra de Mercadona,  que compré mientras hacía la compra, y que  por barata,  me había salido cara, pues era de un rojo muy vivo, un rojo sangre, que para nada iba con el tono de mis ganas últimamente. Sabía de sobra que eso de estar al rojo vivo o demasiado viva ya se sabe como te deja la piel…

Cuando llegué a casa cogí un espejo de esos de mano y me fui a la terraza, a la luz natural (los colores cambian mucho según sea la luz, ya se sabe ) para ver qué tal me sentaba: —no sé,  —me dije en voz alta—. Anda que yo, con la maldita crisis   y gastándome una pasta en barras que no me  sirven para nada…   —y fui a por la antigua barra que tenía en la cestita del cuarto de baño.  Sobre mis labios apliqué  la que me acababa de comprar y la cubrí con pequeños toques de mi antigua barra, el resultado fue sorprendente. El efecto conseguido era justo el que quería, algo más vivo, favorecedor, pero sin llegar a pasarme para un diario.  Me probé después las otras barras que tampoco me habían convencido mucho cuando las compré, e hice lo mismo. Esta vez el resultado me hizo sonreír, había descubierto algo muy interesante: utilizando varias barras diferentes , —como si de economía se tratase—, diversificaba el riesgo a equivocarme en la elección del color para cada momento. Además, comprobé también que alternando unas y otras, por un lado evitaba el problema de  que una de las barras se acabase demasiado pronto y por otro, disminuía considerablemente el peligro de acostumbrarse a un solo color  para después acabar aburriéndote.  Aunque bueno, para no pintarlo todo de un tono

labios- barras

 tan práctico, también es verdad que siempre hay una que utilizas más, que te gusta más, que te sienta mejor…