Ayer quedé para almorzar con N, y nada más llegar y darle un beso me dice: —qué habrás hecho este puente so golfa, estás radiante. Yo, que venía de siete horas de clase y con el desayuno en los pies me empecé a reír. —Gracias calvorota, eres un amor —le contesté—, voy al baño a “restaurarme”.
Debería aclarar que N es maquillador de una productora de televisión y últimamente, la mayoría de sus trabajos consisten en maquillar a los actores de una de esas series de vampiros que están tan de moda, así que por su diplomática observación, pensé que debía estar más blanca que el cacharrito de las aceitunas. Cuando salí del cuarto de baño, con la rebosante seguridad que te proporciona una buena barra de labios (en mi caso hoy eran dos), le pregunté:
—¿Y ahora qué tal?
—Radiante, —me volvió a repetir— pero te noto algo diferente.
—¿Sí? Qué bien, puede que se deba a mi último descubrimiento.
—¿Tu último qué? No me hagas pensar cosas sucias…
—Que no bobo, parece mentira que no te des cuenta, ¿y tú eres maquillador profesional?
—Son los labios N.
—¿Que te has puesto labios?
—Ay joder, que no. ¿Te acuerdas la barra de labios que me recomendaste hace un montón de tiempo? Pues que me he cansado de ella y mírame bien, ¿ no notas que llevo otra? Anda que el especialista…
—La verdad es que el color te sienta bien, ¿qué barra es?
—Pues eso es lo bueno, que como no me convencía del todo, me he puesto a combinar esta con la tuya y con otras que …
—¿Y ese es tu gran descubrimiento? Pues menudo descubrimiento guapa, eso lo llevamos haciendo nosotros desde siempre. ¿Es que no sabías que nosotros nunca trabajamos con una sola?

