Archivo | marzo, 2014

diario tesis – marzo 21

21 Mar

interpretando

too pretty

He soñado. He soñado que me perseguía un dragón horrible, como el dragón blanco de la historia interminable, pero en feo y en malo. Yo corría a  toda velocidad (la piel de la cara, el pelo y la ropa se me iban hacia atrás) tratando de llegar a un sitio que en verdad luego no existía, pues al final me encontraba corriendo con el vértigo en la barriga sobre la nada, algo así a como le sucedía al Correcaminos de aquellos dibujos animados. Corría a tal velocidad, que menos mal que me desperté segundos antes de caer por el precipicio, al que sin querer inevitablemente me hubiera tirado. (Jeje, se me ocurre que aquí hay un juego de palabras buenísimo…) pero bueno, a lo que iba. Qué gustazo cuando desperté en mi uno cincuenta de cama. Así, remoloneando y cruzada en toda ella, me mantuve  mientras  ponía en pie lo soñado. Había algo en el sueño que no me cuadraba. La que hacía de “yo” era una niña, pero la sensación que tenía al recordarlo era que yo, la de ahora ( presumo que adulta), era la que aparecía huyendo de su pasado, simbolizado por ese largo dragón, del que trataba de alejarme mientras me perseguía. Creo que esa huida tenía como intención la de  hacer caso, (hay que ver que obediente hasta soñando), de eso que dicen que  hay que mirar hacia el  futuro y que no es bueno mirar el pasado. Pero si entendía  el sueño de esta manera había otra cosa que no me cuadraba: el precipicio. Me entraron escalofríos al pensar la hostia que  me hubiera dado con tanto mirar al futuro si no me llego a despertar. ( Y que conste que es una pena que terminara el sueño justo ahí,  porque contándoselo ayer a un amigo, este me dijo que la idea de precipicio está relacionada con el orgasmo, así que… )  Pero bueno, sigo.  ¿Qué más me quería decir entonces el final de este sueño? Yo creo, que lo que me vino a decir el sueño, es que ya estaba bien de huir hacia adelante o hacia atrás, que vivir no era eso. Ahora pienso que el dragón blanco que me perseguía en el sueño era la vida y que a mí me daba miedo descubrirla. Sí, la vida con todos sus buenos y malos  arreos. La Vida me decía en sueños (no «la vida es sueño» ni pollas como decía el de la Barca), que no se trataba de huir de ella ni hacia adelante ni hacia atrás, sino de cogerla por los cuernos. Y que si esta te daba una cornada durante la lidia, cosa normal, pues que no corriera. Que la herida se limpiaba sin hacer drama a lo almodobar, se desinfectaba y bien curada, se cargaba a la espalda. Y que cargándola sobre la espalda como cualquier hijo de vecino, aprendería a andar sin prisas, sin huir, vamos. Que de tanto correr te podías romper la crisma (o las cervicales…) para además no llegar a ninguna parte. Pues el futuro , —yo siempre me imagino el futuro como el burro y el palo con  la zanahoria—, (obviamente yo soy la burra y la zanahoria es el futuro), es siempre futuro, y no podemos alcanzar más que el presente. Así que, a qué correr, a qué mirar atrás.

O tal vez… este sueño simplemente  me venía a decir que tenía falta de algún tipo de vitamina A, que me  levantara de una puta vez de la cama y comiera  zanahorias. Que seguro así, hasta en los sueños, lo vería todo claro. Porque además,  si lo que me decía mi amigo fuera verdad y  la vitamina A de mi sueño no fuera exactamente retinol liposoluble y la daucus carota tampoco fuera la vulgarmente conocida zanahoria, todo este sueño significaría tan solo una cosa. 

Looney-Tunes35-2

Que me comiera la vida.

diario tesis – marzo 13

17 Mar

Breve historia universal

playa 1

                 Era el primer día y sentados en la playa como todos los veranos a la hora de la puesta de sol, alguien preguntó por él. —No sé. Este año creo que no viene, —había contestado su primo. Blanca, que  se entretenía tapándose uno a uno los dedos de los pies con la arena, sintió como si de repente alguien se los hubiera cortado.

Apareció con moto nueva para resarcirse de su ausencia en la playa el verano pasado, y nada más llegar al lugar donde todos se reunían, preguntó por ella. La hermana de Blanca dijo: —Este año no viene, se ha ido de viaje con Paco. Tirso abrió la boca para contestar pero no pudo, el chicle se le cayó a la arena mientras oía que se decía a sí mismo: — ¿Con Paco?!!

Cenaban con unos amigos en uno de los restaurantes de moda de aquella temporada. Paco y ella habían ido a Arco, querían comprar algunos cuadros para la consulta. Mientras charlaban animadamente, Blanca, girando la cabeza para despejarse el pelo de la cara, lo vio allí sentado, justo dos mesas a su derecha. Una chica le rozaba la mano y él, sacándose un chicle de la boca, se inclinó para besarla.

Se celebraba la reunión anual de socios y esta vez tenía lugar en su club. Tirso estaba encantado pues una vez firmados acuerdos y presupuestos, los socios que quisieran podrían jugar un partido de golf en vez de pasar horas arreglando el mundo a base de copas. En la salida del hoyo nueve, mientras esperaban que los dos jugadores que iban delante se alejaran un poco más, distinguió esa forma de andar  tan peculiar de ella. Supo que era Blanca.

Salió del despacho de su abogado dando un portazo, —qué tío más gilipollas, si hubiera querido ese tipo de atenciones  me hubiera ido a un bar, maldita sea! .  —¿Blanca?, —escuchó detrás de su espalda—. ¡Tirso!

—Qué sorpresa Tirso, qué bueno verte, —le dijo dándole un beso.

—¿De dónde vienes? —Bueno, voy. Tengo algo de prisa. Yo…Dios mío, que no me pregunte…” —pensó Blanca.

—No pasa nada, no es el momento, ¿verdad? Lo entiendo. Dame tu teléfono, te llamo un día de estos a ver si alguna vez coincidimos en “el momento”, ¿te parece?    —dijo él.

Por fin había conseguido su mayor logro profesional, esta noche lo entrevistaban en televisión. Tirso sabía que se hallaba en su mejor momento, pero curiosamente, no entendía por qué no lo sentía así. Se acordó de ella nada más despertarse y le habían entrado tremendas ganas de llamarla. Siempre la tenía localizada. Desde aquel raro encuentro se habían visto regularmente, aunque poniendo grandes espacios de tiempo por medio, los dos sabían que no podían hacerlo de otra manera. Aquella vez, aquella última vez, todavía le golpeaba en el estómago.

Sonó el whatsapp, y en la pantalla de su móvil apareció una imagen de él rodeado de un montón de personas todas mucho más pequeñas. Todas muy diferentes a él. Blanca sabía que estaba en un congreso en Japón. Siempre lo tenía localizado. “¿Hasta allí te has ido para no verme?” Le escribió. “¡¡¡Y es cerca!!!” le contestó él. “A que va a ser verdad…” apuntó Blanca en la pantalla con una carita sonriente.  “Te llamo en cuanto vuelva”, leyó antes de soltar el móvil.

Sevilla olía a Sevilla. Los naranjos, cuajados de azahar, engendraban nueva vida a toda  la ciudad. Ese olor le recordaba siempre la Semana Santa, esa Semana Santa,  esa madruga.

—¿Blanca?

—¡Tirso!

—¿Pero de dónde sales?

—Estás guapísima.

—Estoy contenta, ¿Y tú?

—Estoy.

—Estás genial, todavía mejor que en la foto última que me mandaste. ¿Volviste nadando, no?

—¿Cómo?

—Bueno, como decías que me llamabas en cuanto volvieras…

—Qué hijaputa.

—Sí, eso.

—¿Cenamos esta noche?

—Tengo la presentación, te he mandado…

—Sí, ya sé. ¿Y después?

—Después se supone que tomaré algo con los amigos que vengan.

—Sí, ¿y después? Llámame si quieres y te invito a una última copa.

—Vale, te llamo.

Por fin lo había conseguido. Esta noche presentaba su libro, pero curiosamente estaba algo triste. No tenía ni idea de por qué, aunque el hecho de que Tirso no le hubiera dicho que iba a estar allí le había dejado el ánimo un tanto chungo.  —Pamplinas, —se dijo.

La presentación fue de lo más divertida. El soborno a sus amigos con la promesa de un buen vino había dado su resultado, la mayoría estaban allí. Escribiendo la última dedicatoria escuchó:

—Ha sido fantástico, demasiados amigos, ¿no?

—¿Tú? ¿Desde cuando estás aquí?

—Desde el principio, tonta. Anda, vamos a por esa copa.

En busca de los famosos  gin tonics del mercado da abastos, cruzaron el puente de Triana uno al lado del otro, charlando y diciendo tonterías del mismo modo  como lo hicieron la primera vez. El agua negra del río se les  hizo agua salada y el viento de levante les trajo el ruido de las olas al atardecer, de aquellos atardeceres que parecían ayer. Cuando se despidieron en el portal, ya todo el cielo era luna de azahar, Tirso la mantuvo agarrada casi sin pisar el suelo mientras la besaba, y al soltarla le dijo: —Piénsatelo y me llamas.  ¿Cómo salgo de aquí? —se preguntó intentando abrir el portal.

Eran casi las seis de la mañana,Blanca desayunó para tomarse un ibuprofeno, se sentía como si  arrastrada por una sucesión de curiosos acontecimientos hubiera llegado a la orilla  de una desconocida playa. Como una caracola escuchaba el mar dentro de ella y no tenía ganas de pensar. Puso el móvil en silencio y se metió en la cama. —¿Me habré tragado su chicle?  —Fue todo lo  que pasó por su cabeza antes de  quedarse dormida.

Sobre las nueve de la mañana la pantalla de su  móvil se iluminó, acababa de entrar un nuevo mensaje. Pero esa ya, como pasa en todas las historias, es ya otra historia.

azahar 4

a propósito de las barras…

6 Mar

pinceles

Ayer quedé para almorzar con N,  y nada más llegar y darle un beso me dice: —qué habrás hecho este puente so golfa, estás radiante. Yo, que venía de siete horas de clase y con el desayuno en los pies me empecé a reír. —Gracias calvorota, eres un amor —le contesté—, voy al baño a “restaurarme”.

Debería aclarar que N es maquillador de una productora de televisión  y últimamente, la mayoría de sus trabajos  consisten en maquillar a los actores de una de esas  series de vampiros que están tan de moda, así que por su diplomática  observación, pensé que  debía estar más blanca que  el cacharrito  de las aceitunas. Cuando salí del cuarto de baño, con la rebosante seguridad que te proporciona una buena barra de labios (en mi caso hoy eran dos), le pregunté:

—¿Y ahora qué tal?

—Radiante, —me volvió a repetir— pero te noto algo diferente.

—¿Sí? Qué bien, puede que se deba a mi último descubrimiento.

—¿Tu último qué? No me hagas pensar cosas sucias…

—Que no bobo, parece mentira que no te des cuenta, ¿y tú eres maquillador profesional?

—Son los labios N.

—¿Que te has puesto labios?

—Ay joder, que no. ¿Te acuerdas la barra de labios que me recomendaste hace un montón de tiempo? Pues que me he cansado de ella y  mírame bien, ¿ no notas que llevo otra? Anda que el especialista…

—La verdad es que el color te sienta bien, ¿qué barra es?

—Pues eso es lo bueno, que como no me convencía del todo, me he puesto a combinar esta con la tuya y con otras que …

—¿Y ese es tu gran descubrimiento?  Pues menudo descubrimiento guapa, eso lo llevamos haciendo nosotros desde siempre. ¿Es que no sabías que nosotros nunca trabajamos con una sola?

labios

barras de labios – marzo 2

2 Mar

barras de labios

barras

 —Qué cosas, —me dije frente al espejo.  La barra de labios que usaba desde hacía varios años ya no me hacía gracia,  y me resultaba curioso pensar que cuando la compré me pareció la bomba. Es una barra de tono rosado tirando a un marrón suave de lo más sensual, que además de los labios, resaltaba el tono de mi piel e incluso el de los ojos. Sin embargo, desde hacía ya unos meses, esta barra no me decía nada, ni a mi piel, ni a mi cara, ni a mis ganas…¿las razones? No me había parado a pensar, la verdad. Podrían ser muchas, por ejemplo el haber cambiado de polvos, de gustos, de estilo, de edad…podrían ser todas y ninguna, pero eso sí que me daba igual.

El otro día, en una de esas mañanas con olor  a tierra húmeda, me encontré probándome barras de labios en el Corte Inglés. Me paré delante del stand de Chanel y le dije a la chica que atendía: —Hola, busco una barra de labios de tono un punto más vivo que el color que llevo puesto, por favor. (Sí, un punto más vivo, pensé. Justo un punto más  de color  para sentirme como hoy, un punto más viva). Y me puse a probar barras de todas las marcas que me apetecían: Bobbi Brown, Cristian Dior, Max Factor… pero ninguna llegaba a convencerme del todo, y con los labios ya de un color que no podía saberse a cuál de las barras se debía,y a pesar de las toallitas húmedas que para desmaquillarme  me había facilitado la dependienta, me decidí por una un tanto anaranjada, de BB, que sé, va bastante bien con mi tono de piel. Era algo más subida de lo que pensaba comprar, pero bueno, no me había salido tan cara como las dos últimas adquiridas hacía solo tres días, o la otra de Mercadona,  que compré mientras hacía la compra, y que  por barata,  me había salido cara, pues era de un rojo muy vivo, un rojo sangre, que para nada iba con el tono de mis ganas últimamente. Sabía de sobra que eso de estar al rojo vivo o demasiado viva ya se sabe como te deja la piel…

Cuando llegué a casa cogí un espejo de esos de mano y me fui a la terraza, a la luz natural (los colores cambian mucho según sea la luz, ya se sabe ) para ver qué tal me sentaba: —no sé,  —me dije en voz alta—. Anda que yo, con la maldita crisis   y gastándome una pasta en barras que no me  sirven para nada…   —y fui a por la antigua barra que tenía en la cestita del cuarto de baño.  Sobre mis labios apliqué  la que me acababa de comprar y la cubrí con pequeños toques de mi antigua barra, el resultado fue sorprendente. El efecto conseguido era justo el que quería, algo más vivo, favorecedor, pero sin llegar a pasarme para un diario.  Me probé después las otras barras que tampoco me habían convencido mucho cuando las compré, e hice lo mismo. Esta vez el resultado me hizo sonreír, había descubierto algo muy interesante: utilizando varias barras diferentes , —como si de economía se tratase—, diversificaba el riesgo a equivocarme en la elección del color para cada momento. Además, comprobé también que alternando unas y otras, por un lado evitaba el problema de  que una de las barras se acabase demasiado pronto y por otro, disminuía considerablemente el peligro de acostumbrarse a un solo color  para después acabar aburriéndote.  Aunque bueno, para no pintarlo todo de un tono

labios- barras

 tan práctico, también es verdad que siempre hay una que utilizas más, que te gusta más, que te sienta mejor…