Ayer, trabajando en casa con unos compañeros, uno de ellos se paró a mirar un pequeño cuadro que tengo colocado entre los libros. Este cuadro me lo regaló un antiguo novio con el que sigo teniendo una bonita amistad ( mejor que antes, ya sabéis…) El caso es que en el cuadro, sobre una redonda y naranja luna se lee “Dile a la luna que venga” . Desde el primer momento me enamoré de este cuadro-poema, es magnífico. Cuando vi que uno de mis compañeros opinaba lo mismo que yo sobre él, ( sensibilidad y calidad al mismo tiempo), pensé en lo absurdo de las modas y tendencias de muchos poetas y críticos actuales. En esa pretensión de que hoy en día no se pueda,» lleve» el escribir abiertamente sobre sentimientos que podríamos llamar “bonitos”, salvo en el caso que vayan camuflados, con esa intención de ocultar no ya lo que sentimos, sino hasta lo que queremos decir. Como siempre, como todo. Esa noche, en mi bañera, después de recibir un whatsapp que no contesté porque no había nada que contestar me dije: ¿Y por qué coño no puedo hablar yo de la luna?
ya sé
Ya sé, ya sé que hablar de soles, lunas y estrellas no se lleva
que enamorarse parece ser ridículo y obtuso
que esperar nerviosa una llamada, comprar bragas de mercadillo
y leer unos poemas, son cosas que solo haría una loca.
Pero yo, yo quiero que me duelan los ovarios de ganas de tus labios
yo quiero besar esa cara de bobo con mi estúpida sonrisa
yo quiero beber esa lágrima que te asoma cuando te entra la rabia
pisarte los zapatos y que te metas conmigo por lo mal que bailamos.
Yo quiero pasear por la orilla de un lago, ver el agua estancada
y oler a rosas aunque todo esté podrido. Yo quiero lamer el azúcar
y la sal y la leche de un cuerpo que duerma junto al mío.
Yo quiero contarle a alguien que anoche, anoche, la luna estaba llena.

