pies de chocolate
-¡qué jodidamente corre todo lo bueno, Poppy!-
Fernando Savater
-¡Bonitos pies!-
Gira la cabeza mientras entra a pagar en la gasolinera
(de espaldas un hombre con helado de chocolate se aleja)
baja la cabeza y sonríe, las uñas color geranio le divierten.
Entra en el coche y se quita las chanclas
ese tío le ha manchado los pies de helado.
Olvidaba su aburrimiento comiendo helados mientras conducía.
Esta vez los había comprado de chocolate
los bronceados pies de esa chica.
Cogió dos (uno ya no le era suficiente para metérselos en la boca)
y pegándolos , como si no pudiesen respirar,
sintió ese cremoso cosquilleo de deshacerlos dentro.
Ah, efímero placer.
Cogió otros dos, (esta vez debían durarle más),
y comenzó a lamerlos
mordisqueando las almendritas pegadas a la costra
dura e intensa
que volvió a lamer
y subiendo hacia abajo la lengua
introdujo hasta su garganta
la última pieza
y reteniéndola , aún sin deshacer ,
entre faringe y campanilla
con jadeantes sudores
un sonido gutural exhalaron sus cuerdas:
-no te vayas todavía cabrona, aguanta.-
El sudor se le hizo blanco y sus músculos vibraron
como vaca sacrificada en un matadero,
babeaba.
Kilómetros más tarde la policía le hacía echarse a un lado.
Derretidas en el arcén, unas chanclas blancas
buscaban el cuerpo geranio de unos pies descalzos.
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