¿y qué pasa cuando un deseo se convierte en realidad?

7 Abr

Al final de la entrada del pasado 17 de marzo, traté de poner en entredicho con un poco de humor, mis propias argumentaciones  sobre el “Ojalá” de la frase con que ilustraba las  ideas allí expuestas. Pero terminando de escribirla, comenzaba  ya a imaginar divertidas  o no tan divertidas situaciones, que esa misma frase pudiera ocasionar al joven de tan estupenda metáfora. ¿Qué sentiría por ejemplo, en el caso de que ese “Ojalá mi novia fuera la mitad de guarra que tú” se trasladara al plano de lo real? Es decir, ¿se expresase fuera de su contexto, de su sentido metafórico? O todavía más, ¿qué ocurriría si ese ambicionado deseo se  hiciera realidad?

Imaginemos que fulanito caminaba  con un amigo cuando escribió su “Ojalá…”mientras iban al encuentro de unas amigas,   y que felizmente, el coche aquél pertenecía  a la que sería después  la novia de fulanito, lo que nos haría  suponer que la noche terminó siendo maravillosamente guarra. Y que tiempo después, casado fulanito  con su novia (pues con ella vio cumplidos sus más eróticos  deseos), al encontrarse  con  el  amigo, este le preguntase:   -¡Qué tal Paco! ¿Cómo te fue con tu novia la guarra?

En este momento de la historia  podrían haber ocurrido muchas  cosas,  pero la primera que se me ocurre es en  la cara de culo que se le pondría a fulanito, el entonces  poeta de sucios  coches amarillos, al decirle a su amigo que se había casado con ella. ¿Es lo mismo desear que tu novia sea una  guarra que desear que lo sea  tu mujer? ¿Es la realización del deseo  lo que perseguimos en verdad? Puede que sí, pero cuando nuestros deseos pasan a convertirse en realidad…

Imaginemos por otro lado que hubiera sido una chica  la que escribió aquello: “Ojalá mi novio fuera la mitad de guarro que tú”, seguro que a cualquier tío que viera escribir algo tan divertido a una chica en el cristal de su coche le entraría   un calentón del quince, y seguro  que  de haber querido esta,  pasarían una muy estupenda y  guarra noche. Pero ¿habrían pensado alguno de los dos en hacerse novios posteriormente?  No dudo que  hubiera sido así  en el plano del deseo, pero tengo mis reservas en pensar que Paco se hiciera novio de  una chica capaz de escribir esto en plena calle. En todo caso, si se hubieran hecho novios o decidieran vivir en pareja (casarse sería otro tema que complicaría aun más esta idea y no viene al caso), tanto ella como  Paco olvidarían rápida y de forma inconsciente por qué decidieron hacerlo, principio y fin de muchas parejas.

Y con esta última suposición, que hubiera sido una chica la poeta sucia (atención la colocación del adjetivo), me estoy pillando un cabreo conmigo misma tremendo, pues me está cambiando el tono y lo que  deseaba decir. Se me ha colado esta idea que  nada tiene  que ver con lo que pensaba cuando me sumergí  en un cálido y reconfortante baño el pasado domingo de Resurrección donde sentía, poética y racionalmente, que a veces vivir  la realidad es mucho mejor que el deseo en sí, que era la que pensaba contaros.

Pero es que hay  algo que me confunde, y que ha hecho que me cambie el humor mientras escribo, darme cuenta que incluso en nuestros días, en los que supuestamente nos hemos liberado de prejuicios y creemos que sabemos  distinguir  entre sexualidad, erotismo y amor, compruebo que es todo lo contrario,  que nuestra sociedad y cultura mantienen la idea neoplatónica  del amor, influencia heredada por nuestra filosofía y religión, donde el  deseo personal  en la mujer  es inadmisible, salvo que sea el deseo de satisfacer al deseo del  hombre. Donde “tu mujer”, mujer deseada, ha de ser  como la Virgen María, carente de deseo, que es la explicación al concepto de virginidad y el modo como nuestra mentalidad occidental  entiende  la inmaculada concepción, modo en que pensamos cuando se trata de nuestras madres, hermanas e hijas. (Me acuerdo un día que mi hijo me dijo que las madres no  tenemos tetas, sino pechos).

Todavía hoy, a hombres y mujeres (aclaro que no es exclusivo del hombre), nos es difícil admitir de cara a la sociedad,  que la mujer pueda  tener no ya  guarros, sino deseos personales, aunque paradójicamente, el que tenga guarros deseos  sea  lo que nos “pone” y deseemos que los tenga.

Yo creo que  la inseguridad y desconfianza a nuestras propias ideas nos abruma y el miedo nos hace volver a pensar “a la antigua” por no constatar el caos mental que padecemos en la actualidad. Agravado dicho sea de paso, por la absurda pretensión de vivir como si solo fuéramos materia, y somos cuerpo y  alma (para lo que nos interesa olvidamos a Platón). A la contradicción en la que ya vivimos, le sumamos la dificultad de no poder hablar de esta parte de nosotros tan necesaria como el cuerpo, el alma, nuestro interior o como lo queramos llamar. Y  para relajar  el tema  porque ya me estoy irritando con mi seriedad se me ocurre preguntarme  por ejemplo  que cuando Bebo y el Cigala cantan “Lágrimas Negras”, si le cantarán solo al cuerpo…

Pero bueno, sigo sin decir mucho sobre la diferencia entre el  deseo y la realidad porque como ya he dicho, se me ha colado esta idea, aunque prometo,  esta vez de verdad,  que os hablaré sobre esto  in a joking mood, en mi próxima entrada.

¡Ah, se me olvidaba! Después de que Paco y su amigo  se tomaran una cerveza y se pusieran al día, Paco se marchó en un flamante Fiat amarillo chillón que llevaba dos portabebés en el asiento trasero.

Una respuesta to “¿y qué pasa cuando un deseo se convierte en realidad?”

  1. Avatar de jose maria
    jose maria noviembre 2, 2014 a 19:22 #

    ¿te sentias poetica? ¿sabes lo que es eso?no nos gastes tantas bromas, jajajajajajajajajaja.mala no, lo siguiente.

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